En apenas 48 horas, el nuevo álbum de Alejandro Sanz (Madrid, 1968), #El disco,
se ha aupado hasta el número uno en 13 países. El duodécimo trabajo del
músico —que presentó un anticipo a finales de 2018 con el single
titulado No tengo nada— comienza con un homenaje al compositor ruso
Rajmáninov, El trato. Ayer retomó las entrevistas para presentar sus nuevas canciones, que tuvo que suspender días atrás debido a una neumonía.
Empieza la limitada conversación: 10 minutos milimetrados.
“Con el título no quiero ser pretencioso. Es por el formato físico que
se nos va, está en extinción”, dice nostálgico a quien Internet ha hecho
aún más universal, si cabe. “Un disco es un relato sonoro, que
condiciona las canciones de principio a fin”. Y continúa: “Aún hay gente
que lo escucha de arriba abajo. Hay una diferencia entre un éxito y un
gran éxito. El primero es cuando le gustas a tu gente, mientras que un
gran éxito es cuando incluso a la gente a la que no le gustas, le
gusta... Al final, ¡eh!, bueno...”. El cantante iniciará el 1 de junio
en Sevilla LaGira, un tour que le llevará por estadios
españoles como los de Barcelona (8 de junio), Madrid (15), Elche (21) y
Santiago de Compostela (6 de julio).
La conversación del artista se diluye y su mirada se dirige a la
puerta de entrada, donde se desarrolla una inopinada algarabía.
“Perdona, son mis hijos. Acaban de llegar de Miami. ¿Te importa...?”. Se
levanta a achucharles, en una escena doméstica en la que Alejando Sanz,
el artista, se convierte en Alejandro, el padre, eso que lo iguala al
resto de los mortales, a esa mayoría que no ha vendido más de 25
millones de discos en todo el mundo ni acumula en casa 23 premios Grammy.
Después del ínterin vuelve a su sitio y retoma la conversación. En su
disco colabora Nicky Jam, un astro del reguetón, en el tema Back in the City, donde aparece también un sampleado de Por si acaso regreso,
de Celia Cruz, y que se concibió como una proclama contra los muros y
las fronteras. La latinización de la música pop es imparable. “Esa
apertura es algo bueno. Hay un montón de estilos, de sonidos más
complejos, con ritmos de cinco por ocho, por ejemplo, que aún se pueden
descubrir. Pero aunque la música latina es más potente que nunca, viene
de muy atrás. Gente como Alberto Cortez
[fallecido el pasado 4 de abril] ya sentaron las bases. Con esa manera
de interpretar, tan borgiana... Sin la literatura de allí no podría
entenderse todo lo que está pasando con la música”.
La referencia argentina es el pretexto literario para enlazar la siguiente pregunta.
—¿Le duele España, como a Unamuno?
—Se habla de crispación, pero lo veo con perspectiva, porque
vivo fuera. Y veo que España está muy viva. Es efervescente, peleona.
Fuera pasan menos cosas. Las protestas sociales en Estados Unidos se
suelen limitar a un grupito de gente con una pancartita y los medios no
les prestan demasiada atención. Aquí se hacen notar más y me alegra
—¿Y las posturas extremas de algunos partidos políticos?
—Me preocupan, pero hasta los radicales cumplen una función, que es
ponernos alerta. Y los discursos extremistas no se pueden aplicar.
Tenemos una democracia muy sólida.
Un toquecito en la espalda anuncia el final. Da tiempo a una última pregunta.
—¿Va a votar el 28 de abril?
—Pues claro. Ya he pedido mis papeletas
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