Privatización de empresas y servicios públicos, más deuda externa,
liberación total de precios, despidos en el sector público, son algunas
de las medidas para el “rescate” del país que propone la derecha apoyada
en la agresión imperialista.
Guaidó y la Asamblea Nacional presentaron las líneas de su “plan”
para gobernar el país, detrás del cual están varios de esos ideólogos
que pregonan la supremacía del interés empresarial sobre cualquier cosa,
y que hace décadas impulsaban la “apertura petrolera” que tanto rechazo
causó en el pasado. Vienen por la revancha, y con creces.
Ya en 2016 reseñamos cómo dirigentes de la oposición se “sinceraban”
y, a manera de justificación por anticipado, afirmaban que de volver a
gobernar “tendrían” que tomar “medidas impopulares”. “Habrá que aplicar medidas duras”,
afirmaba Ramos Allup siendo presidente de la AN, en clara alusión a los
ataques contra el pueblo trabajador que implica el proyecto opositor. Lo presentado hace unos días,
como base para lo que llaman “proceso de rescate, recuperación y
transformación social”, lo confirma: mientras este gobierno ha pasado
coleto con los derechos de los trabajadores, avanzado en una entrega
vergonzosa de nuestros recursos al capital transnacional, y nos mantiene
arrodillados a las necesidades de los acreedores de la deuda pública,
la oposición propone aumentar la deuda, acelerar la entrega y seguir
golpeando a los trabajadores y el pueblo, con la promesa de que así
alcanzaremos “el bienestar y el progreso de nuestra Venezuela”.
Más deuda pública externa
Como si no bastara la enorme deuda que Chávez le legó al país, y la
que siguió contrayendo Maduro, la oposición propone aumentar el
endeudamiento: “Acceder a la banca multilateral para solicitar el
financiamiento requerido en condiciones preferenciales y ayuda económica
internacional”. Hay que tener cero sentido de vergüenza nacional para
llamar “preferenciales” a las condiciones que impone el capital
financiero internacional, con pueblos enteros postergando sus
necesidades básicas para alimentar las fortunas de estos usureros. Si
con Maduro las necesidades urgentes del pueblo (alimentación, salud,
vivienda, etc.) se han venido sacrificando por destinar miles de
millones de dólares al pago de deuda externa, con este “plan” será
igual, o quizá peor.
Proponen hipotecar más nuestro futuro “en condiciones preferenciales”
con el Fondo Monetario Internacional y demás entidades que a cambio le
imponen a los países la política económica y fiscal, con sus respectivas
consecuencias sobre las condiciones de vida del pueblo (reducción del
gasto público, aumento de impuestos y de los servicios públicos,
privatizaciones, despidos en el Estado, etc.). Así, quienes hablan de
“libertad” y “democracia” buscan someternos a la dictadura de organismos
que desde sus oficinas en EE.UU. o Europa son quienes dictarán las
líneas de la política económica nacional.
Con el chavismo se “diversificó” hacia el capitalismo chino y ruso el
origen de a quiénes hipotecamos el país, la derecha quiere volvernos al
redil del FMI y las potencias occidentales.
En esa línea de Guaidó y la AN de lavarle la cara a estos mecanismos
de expoliación, llaman “ayuda económica internacional” a las migajas que
quizás aporten los mismos organismos y países imperialistas que
paralelamente estarán reforzando su condición de acreedores del país y
de propietarios de nuestros recursos y empresas (mediante la apertura
“masiva” a la “inversión extranjera”).
Lo único “generoso” que tendría ya pre-negociado la oposición sería
una “reestructuración de la deuda”, es decir, los dueños de nuestro
futuro permitirían al país postergar algunos de los pagos que debe hacer
en el inmediato y mediano plazo, a cambio de deberles más a largo
plazo.
Mayor control del capital internacional sobre el país, en especial sobre el petróleo
De la mano con esto va el otro lineamiento central de “Promover las
inversiones internacionales en un marco regulatorio que genere confianza
y protección efectiva a la propiedad privada”, con especial énfasis en
la industria petrolera: el eje es “un plan masivo” de “inversión privada
internacional y nacional en petróleo” y reformar las leyes para
“permitir que el capital privado sea accionista mayoritario en proyectos
petroleros”.
No hay que darle muchas vueltas al asunto, esto es avanzar en un
agresivo proceso de apropiación de recursos y empresas nacionales por
parte de los capitales imperialistas, sobre todo el petróleo. Se plantea
que el Estado conserve la propiedad de PDVSA –sería el colmo que no–,
pero eso no impide en modo alguno el avance privatizador, siendo que el
acento está puesto en facilitar la penetración del capital como
“accionista mayoritario”. Es un salto en la desnacionalización de la
economía en general y de la industria petrolera en particular.
Con Chávez, salvo algunas pocas que se fueron, las grandes
transnacionales del petróleo y de otras áreas (banca,
telecomunicaciones, construcción, etc.) no dejaron de estar presentes en
el país y hacer jugosos negocios. Habiéndose derrotado el golpe de
abril así como el paro patronal y sabotaje petrolero, Chávez logró
renegociar los términos de intercambio con el capital imperialista,
logrando captar más renta para el país mediante aumentos de impuestos o
creación de nuevos, y la mayoría accionaria en las asociaciones; aunque a
cambio de convertir a este capital en propietario de una porción del
petróleo, al pasar del esquema de “prestadores de servicios” al de
“socios”. En el caso del gas sí podían las transnacionales tener hasta
el 100% de las acciones. A pesar del altisonante anti-imperialismo
discursivo, esto fue a lo más que se llegó.
Maduro inició hace pocos años en el sector petrolero un giro de
reprivatización en algunos servicios (hacia empresas nacionales) y de
nuevas asociaciones con el capital extranjero cuya particularidad era
justamente permitir su mayoría accionaria;
recientemente llegó al colmo de exonerarlos de impuestos durante un
año. Adicionalmente puso en marcha el “Arco Minero del Orinoco”, una
entrega deplorable de recursos al capital transnacional, al cual se
exonera de cumplir las leyes laborales, además de ser una profundización
del extractivismo, con graves consecuencias sobre la naturaleza y las
comunidades de esos territorios.
Para Guaidó y los partidos de la derecha eso no es suficiente,
quieren echar abajo cualquier regulación legal que ponga límites al
capital privado internacional en el sector petrolero y en el resto de la
economía. En el mismo sentido apunta lo de “marco regulatorio que
genere confianza y protección efectiva”, porque ya la fraudulenta
“Asamblea Constituyente” avanzó en una nueva ley de inversiones extranjeras vergonzosamente complaciente con el capital transnacional, pero eso tampoco parece ser suficiente para la derecha y los capitales imperialistas que tiene detrás.
Este “plan” persigue lisa y llanamente rematar el país, esta agresiva
desnacionalización implicaría que cada vez más nuestros recursos y la
explotación de los trabajadores estarán al servicio de acrecentar los
capitales de estas potencias, implicaría que las decisiones sobre qué
hacer con las empresas y recursos del país estarán más lejos aún de las
necesidades nacionales, guiadas por intereses económicos y geopolíticos
foráneos.
Despidos masivos en el sector público y más impuestos al pueblo
La receta contempla la clásica “reducción del Estado”, que no es sino
un eufemismo para no decir abiertamente que vendrán despidos masivos
mediante la supresión de instituciones, reducciones de personal o
privatizaciones. Claro, decirlo sería demasiada sinceridad para quienes
hoy hacen demagogia con los problemas de los trabajadores.
Hablan de una “reforma fiscal” para “equilibrar la brecha entre
ingresos y egresos” del Estado. Actualmente el IVA, que es un impuesto
indirecto al salario, aporta la mayor parte de los ingresos por
impuesto, el doble incluso de lo que aporta el Impuesto Sobre la Renta
(ISLR), ¿acaso estarán hablando de reducirle impuestos al pueblo y
pechar más a los empresarios y ricos del país? Con toda seguridad que,
siendo un plan orquestado directamente por los grandes capitalistas y
los ricos de siempre, no será así.
Privatización de servicios y empresas públicas
“Dar apertura a la inversión privada en las empresas públicas y las
medidas que sean necesarias para recuperar su capacidad de operación,
especialmente en la gestión de servicios públicos”. Otro ejemplo más de
cuánto les cuesta la sinceridad: privatizar empresas públicas y
servicios, eso es lo que quieren decir. Aunque el Estado “preserve la
propiedad de los activos”, la gestión y lucro pasan a manos privadas.
Dicen “medidas necesarias” para su operatividad, para no decir
abiertamente que puede haber despidos y aumentos drásticos en los
precios de los servicios públicos, ya que se impondrá en la gestión de
éstos la lógica de la rentabilidad empresarial.
¿Salario igual a la canasta básica familiar indexado a la inflación? ¡Nada que ver!
Esta oposición aprovecha los reclamos salariales de los trabajadores
para intentar presentarse como favorable a los mismos, sin embargo, por
supuesto que ni por descuido plantea siquiera la demanda elemental de
salario mínimo igual a la canasta básica (con base al art. 91 de la
Constitución) e indexado a la inflación, que es una de las cuestiones
centrales que viene reclamando el movimiento obrero.
Solo dicen la generalidad de “Implementar mecanismos transparentes y
consensuados de determinación y actualización del salario mínimo y
pensiones, según lo establecido por la Organización Internacional del
Trabajo (OIT)”, que puede sonar “progresiva” ante el hecho de que el
gobierno ha impuesto la nefasta política de definir unilateralmente el
salario, sin embargo, esta alternativa “a lo OIT” no tiene nada de
progresivo, porque amarra a los trabajadores a un supuesto “consenso”
entre trabajadores, empresarios y gobierno, que no es ningún consenso
sino que resulta siempre en la imposición de la voluntad patronal y sus
chantajes. Está totalmente por detrás de la perspectiva de lograr
mediante las luchas un salario que no sea menor a lo que cubre la
canasta básica familiar y que aumente periódicamente si aumenta la
inflación.
Liberación total de precios y más renta pública para el capital privado
“Levantar el sistema de controles que ahoga a la producción nacional”
y “Restablecer los mecanismos de mercado”, afirma el “Plan País”.
Lo primero que hay que decir es que en el país hay mecanismos de
mercado, es una falsedad muy grande decir que no los hay. ¿Qué es lo que
estamos padeciendo cuando los empresarios y comerciantes aumentan
incesantemente los precios de las mercancías? Hay propiedad privada y
compra-venta de mercancías a los precios que impone “el mercado” (con
una pequeña porción que se distribuye subsidiada, como la comida del
CLAP). Lo que ha habido son unos intentos de regular el nivel de aumento
de los precios, regulación que en los hechos hace tiempo no existe.
Lo que pasa es que según la ideología de la derecha “liberal” así es
la “democracia”: los empresarios deben tener total “libertad” para hacer
lo que quieran con los precios, con los derechos laborales y con la
renta petrolera, sin que el poder político intervenga en eso, la gente
puede votar, pero que el poder político que no se meta con los negocios
de la burguesía.
Tras esas premisas buscan atornillar más el parasitismo de la
burguesía “nacional”: uno de los “controles” que quieren eliminar es el
cambiario, es decir, la burguesía nacional no le genera al país casi
ningún dólar (porque exporta poco y nada), pero Guaidó y la AN dicen que
los dólares que ingresan por renta petrolera el Estado debe
“liberarlos” para ponerlos a disposición de esa burguesía, sin ningún
control. Y lo peor es que, de hecho, aun con el “control de cambio” del
chavismo, los diferentes grupos del capital nacional (tanto
tradicionales como los nuevos favorecidos del gobierno) no dejaron de
tener a disposición dólares baratos de la renta petrolera, sino, ¿cómo
se explica la descomunal fuga de capitales que asciende a más de 500 mil
millones de dólares?
Guaidó, como político burgués que es, tiene la desfachatez de decir
que los ingresos de la bonanza petrolera “no se ahorraron para el futuro
ni se invirtieron para aumentar nuestra capacidad productiva”, ¡pero no
dice ni una palabra sobre quién no los invirtió!, ¡no dice nada sobre
cuál es la clase social por cuyas manos pasaron los dólares de la renta
petrolera todos estos años! Una de las razones claves de la ruina del
país es la enorme transferencia de renta pública hacia manos privadas,
renta que fue a parar al exterior y no a la tan cacareada “producción
nacional” por la que tanto se rasgan las vestiduras.
¿Por qué el señor Guaidó no denuncia eso? ¿Por qué no le habla al
país con esta gran verdad? Al contrario pide más facilidades para que
accedan a la renta, y lanza el contrabando ideológico de que esto fue el
“fracaso del socialismo de siglo XXI”, cuando lo que eso demuestra es
que el chavismo reprodujo esa constante en la historia del capitalismo
nacional: la burguesía criolla se apropia de la renta sin que a cambio
eso se traduzca siquiera en sacar al país de la atrofia de su aparato
productivo.
Impunidad con el saqueo de la renta
Como para la oposición es algo “normal” que eso ocurra (no en vano
están allí los mismos partidos que en el pasado gobernaron para ese
mismo parasitismo del empresariado nacional), como mucho plantean en su
plan la generalidad de “esfuerzos por recuperar capitales mal habidos
producto de operaciones ilícitas y saqueos al patrimonio de la nación”.
Es decir, quizá recuperar algo de lo fugado por vías ilegales, dejando
en paz todo lo otro. Pero resulta que el saqueo también se hizo por vías
legales, que no por eso legítimas y no por eso deja de ser saqueo al
país. Sin embargo, al igual que Maduro, el “plan país” no tocará eso,
garantizará impunidad con la fuga que haya sido “legal”.
La distribución en manos de la empresa privada y las ONG’s opositoras
Ante el evidente desastre de la distribución de alimentos en manos de
este gobierno, con estructuras mafiosas, corruptas y que llegan a usar
el vil chantaje contra la gente, a la derecha por supuesto no se le
ocurre que es en manos directas del mismo pueblo que debe estar la
distribución, sino que propone a la empresa privada, las ONG’s y grupos
ligados a la oposición: “utilizar los mecanismos de distribución
desarrollados por la iniciativa privada y las organizaciones que se
encuentran atendiendo la Emergencia Humanitaria Compleja”.
El mismo “populismo”, pero solo por un tiempo…
Esta oposición señala despreciativamente como “populismo” todo lo que
implique que el Estado intervenga para regular algunos derechos
sociales o atender necesidades producto de las grandes desigualdades que
genera su propio sistema (el capitalismo), sin embargo, como tales
necesidades son una realidad contundente, no pueden sino repetir lo que
critican, aunque más mezquinamente. Proponen “precios diferenciados de
acuerdo a la capacidad de pago de los diversos sectores de la población a
través de subsidios directos, hasta que los niveles salariales permitan
eliminar dichos subsidios”.
Liberarán precios, habrá despidos en el sector público, devaluarán
más el bolívar, privatizarán y aumentarán los servicios públicos, y a
cambio otorgarán algunos subsidios solo por un tiempo. Es decir, después
de un tiempo, le soltarán la mano a los pobres y a los sectores de
salarios más bajos.
De conjunto, lo de la oposición es reeditar la vieja receta
neoliberal de los últimos gobiernos del puntofijismo: el “Gran Viraje”
(CAP II) y la “Agenda Venezuela” (Caldera II). Muy “joven” no es el plan
de Guaidó.
La clase obrera no tiene nada que buscar con semejante “alternativa”.
Si no hay una irrupción con fuerza de los trabajadores, en alianza con
los sectores populares, para contraponer un programa un programa obrero y
popular de emergencia frente a la catástrofe económica y social que
responda a nuestros intereses, las únicas opciones a la vista son la
permanencia del desastre actual o la imposición de esa perspectiva que
está tras la avanzada golpista del imperialismo.
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