“El Presidente se queda a mitad de camino: no enfrenta las fallas estructurales de la privatización del sistema de pensiones que impulsó su hermano”, señala Carlos Huneeus en esta columna sobre la reforma previsional. Los cambios, sostiene, debiesen partir por reconocer que las AFP no cumplieron su promesa original: “Entregar mejores pensiones que el sistema de reparto”. Huneeus advierte que también se debe sincerar que el sistema falla por deficiencias estructurales del mercado del trabajo, como inestabilidad laboral y bajos sueldos: “Ha habido una inercia institucional de parte de los sucesivos gobiernos, el Congreso, las AFP y el sistema financiero, al no enfrentar esas fallas”. Así, la democracia no está cumpliendo una función pública a la cual se comprometió a través de las AFP. Si el Estado no interviene, el conflicto social latente puede ser abono para candidatos populistas.
En 1980, el abogado William Thayer, ex ministro del Trabajo del gobierno del presidente Eduardo Frei Montalva (1964-1979) y miembro del Consejo del Estado que creó el general Pinochet, explicitó su escepticismo respecto del nuevo sistema privado de pensiones impuesto ese año. Conocedor de las complejidades de la previsión chilena -que había sido antes objeto de estudio por varios gobiernos democráticos-, no se sumó a las opiniones optimistas que dieron entonces sus promotores en el gobierno y en el sector privado. Y formuló una advertencia que se convertiría en una certera predicción: los efectos beneficiosos o negativos del nuevo sistema de pensiones de las AFP “sólo se conocerán dentro de 40 años”(El Mercurio, 8/11/1980).
Esta advertencia cobra actualidad, porque la reforma al sistema de pensiones recién anunciada por el Presidente Sebastián Piñera se propone corregir sus importantes debilidades y carencias -las cuales son muy visibles- antes que se cumpla el plazo de 40 años que señaló Thayer. Sin embargo, el Presidente se queda a mitad de camino: no enfrenta las fallas estructurales de la privatización del sistema de pensiones que impulsó su hermano José Piñera, cuando un año antes de imponer las AFP y siendo ministro del Trabajo, logró que la Junta de Gobierno aprobara el Plan Laboral que debilitó estructuralmente al trabajo y a sus organizaciones.
Basado en el aporte individual de los trabajadores de un 10% de sus remuneraciones a una cuenta personal en una AFP, la cual se encarga de administrar estos recursos, logrando una alta rentabilidad (8% promedio anual), ha creado un fondo de ahorro que asciende a US$200.000 millones, al cual se le incorporan US$7.000 millones anualmente. Estos recursos son un pilar muy importante del sistema económico, especialmente del sistema financiero, a través del cual se invierten las cotizaciones, y que recela de los cambios por temor a ver disminuidos su poder económico, su autonomía y rentabilidad.
AFP: NO CUMPLEN SU FUNCIÓN PROPIA
Las AFP no cumplen la función y promesa para la cual fueron creadas: entregar mejores pensiones que las del sistema de reparto. En efecto, ellas son bajísimas, sin cubrir las necesidades mínimas de un trabajador que jubila a la edad que le permite la ley; perjudica a las mujeres, un sector de los trabajadores no está integrado al sistema, etc. (Solimano, 2017). La Comisión Presidencial de Pensiones de 2015 destacó que el 79% de las pensiones eran inferiores al salario mínimo y un 44% eran menores a la línea de pobreza.
En otras palabras, la predicción de Thayer fue correcta: no entregan los beneficios prometidos en 1980 al país.
Esto quiere decir que la democracia no cumple una función pública a la cual se ha comprometido a través de las AFP. La tercera edad, por tanto, no tiene un mecanismo indispensable de integración al sistema político, lo cual es una fuente de desconfianza que produce tensiones y conflictos que afectarán la estabilidad del sistema económico y político. Esto se puso de manifiesto en 2016 y se repetirá en el futuro. Y ello, porque estas graves deficiencias son una fuente de conflicto social de carácter latente, es decir, no se manifiesta directamente, pero puede llegar a explicitarse en actos de protesta y a través del apoyo a candidatos populistas que busquen el voto de los adultos mayores.
Las AFP se defienden argumentando que han cumplido su función, porque han administrado responsablemente los fondos de los cotizantes y han tenido una alta rentabilidad. En enero de 2015, el entonces presidente de la Asociación de AFP, Rodrigo Pérez Mackenna, lo explicaba así .
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