martes, 4 de septiembre de 2018

Así fue: En recuerdo de Juan Gabriel

La populacha coliza de las esquinas sudamericanas está acaecida. Más tristes que un bolero miran las noticias en esta tarde dominguera. Las peluquerías del centro de Santiago con los antiguos peluqueros están con banderas de luto, aquellos colas del centro, cincuentones y sesentones se miran al espejo y el cuadro que algunos todavía guardan como materia sacra, le pasan un pañito dándole una manito de gato para alzar la memoria del que se comienza a enfriar, de manera tibia pero paulatinamente hasta el cese inminente en aquel equilibrio con el medio exterior. Aquellos, los Tíos, Primos, Hermanos o cualquier menjunje dentro de lo que los lazos lo permitan, aquel que cuando se va después del almuerzo los individuos jóvenes, por su presuroso arrebatamiento hormonal plantean la interrogante que para los viejos ya no es y dicen “a mi me tinca que al tío se le quema el arroz”. Éstos, aquellos que prolijamente se cuidaban con las pocas chauchas que tenían y cuando llego el momento de parar la olla tuvieron que hacer uso de su facultad estética e iniciaron una peluquería, en un mercado que pujaba siempre oscilante pero constante. El cola de la esquina de una población, el que iba prolijamente con una peineta en el bolsillo del Wrangler, bien peinado y con una firme postura a pasear al forestal los domingos. Aquellos que tenían una amiga dueña de casa que el esposo le sacaba la cresta cuando llegaba curao, esperando que al muy perla lo recibieran con las patas abiertas y en cuatro, estos que le decían: “niña tení que separarte no podí seguir así no seay hueona por ultimo hácelo por tus cabros”. Ese instinto maternal tan sabiamente ocultado pero que en condiciones de degradación podían sacarlo a relucir sabiamente.
 Estos, no los del anglicismo Gay que después la RAE le buscó la quinta pata al gato y la terminó adaptando a gai, los colas, los que pelaron el ajo en tiempos terribles, no los gais de Lastarria con sus profesiones y billeteras exitosas, con sus viajes a otros lugares del planeta, con sus idas al gimnasio, sus perros caros y enanos, los que compraban todo justo para que les alcanzara para poder ir al cine de vez en cuando a ver si saltaba la liebre con algún caliente que anduviera por ahí. Estos, aquellos, están enfundados en una tristeza con gesto de sirena varada, tantas canciones e ilusiones que entregó bajo la música, a pesar que desconozco si alguna vez declaró abiertamente su condición sexual, pero que rumor ya no era, aquel que vigiló de cerca todo cuanto amor pudiese entregar y lo hizo canción, ha caído donde todos caeremos. En ese vals de vinito tinto o una maltita con huevo se enfunda el dolor de aquellas tardes de sábado haciendo aseo con la voz de “querida hazlo por quien mas quieras tu, yo quiero ver de nuevo luz en toda mi casa” y unas ganas de tener al querido queriéndolo no quererlo, están tristes. Los noticiarios nacionales improvisan rápido cuanto material alcancen a poner y se eleva la voz del astro mejicano de fondo con educado afecto por parte de los periodistas. Pero la pena es una y es personal, mancomunar el mismo estado es ilusión de afán normalista, cada cual sabe cuando y cuanto le aprieta el zapato y hoy algunos estamos mas tristes que otros y menos tristes que algunos. El mariposeo de habla hispana queda con la nostalgia de que una velita en el velador se apaga para dar paso a la oscuridad que de un golpe se convierte en absoluto.
 
“no te aferres, ya no te aferres
a un imposible, ya no te hagas
ni me hagas más daño, ya no.
Tu bien sabes
que no fue mi culpa
tu te fuiste sin decirme nada
y a pesar que llore como nunca
ya no seguías de mi enamorada
luego te fuiste
y que regresabas
no me dijiste
y sin más nada
¿por qué? no sé
pero fue así
así fue, así fue”
 
Foto: vivelohoy.com

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