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02 junio 2025

La disciplina de Dorothy Pérez: viaje al origen de la contralora “caza licencias” que ayudaba a su mamá en la feria Zapadores

 


Durante cinco años, Dorothy Pérez caminó los pasillos de la Contraloría sin muchas reuniones ni agenda. Había sido subcontralora, pero tras su quiebre con Jorge Bermúdez, terminó relegada al séptimo piso, al mando de un pequeño equipo y lejos de las decisiones. Desde ahí —mientras otros la daban por fuera— empezó a planificar en silencio la institución que querría liderar. Hoy, ya como la primera contralora general de la República, pone en marcha esa hoja de ruta: una reestructuración interna y los CIC, un sistema de cruce de datos que ya destapó más de 25 mil licencias médicas irregulares y que promete tensar otras zonas del aparato público. Aquí su historia, la que comenzó en casas sin lujos donde su madre, profesora y feriante, le enseñó que estudiar era su único deber.

El 28 de octubre del año pasado, Dorothy Pérez se presentó ante el Senado, en la sede de Santiago. Vestía un blazer oscuro, blusa clara, y un collar de perlas. Llevaba el cabello tomado con un moño y sus carácteristicos anteojos. Sentada en la sala, esperaba su turno para exponer y responder las preguntas de los senadores. No era un trámite cualquiera: su nombre, propuesto por el Presidente Gabriel Boric, necesitaba el respaldo de la Cámara Alta para asumir como contralora general de la República.

Cuando le tocó intervenir, proyectó un PowerPoint sobrio, con cuatro puntos clave. Habló de la historia de la Contraloría, del futuro que imaginaba para ella, y de su experiencia como subrogante durante los diez meses posteriores a la salida de su antecesor (y casi verdugo) Jorge Bermúdez. Expuso también sobre los desafíos que enfrentará la institución en su centenario —a celebrarse en 2027—, y subrayó la necesidad de incorporar inteligencia artificial y agilizar los procesos de fiscalización. Todo, dijo, en función de un objetivo: proteger los recursos del Estado.

En los últimos cinco minutos, dejó de lado las diapositivas. Ya sin la coraza del PowerPoint, tomó la palabra para hablar en primera persona. Les recordó a los senadores sus dos décadas en la institución. Contó que, siendo abogada, comenzó en el grado 17, correspondiente a la planta técnica. Añadió que luego dio el salto a la planta profesional. Les dijo que trabajó en las contralorías regionales de Magallanes y Valparaíso. Que conocía la institución desde abajo y desde arriba; como subalterna y como jefa. Que había dirigido equipos pequeños y grandes.

Se emocionó al hablar del vínculo que había construido con la historia de la Contraloría. Se quebró al recordar su salida forzada tras los desencuentros con Bermúdez, y el posterior fallo judicial que ordenó su restitución. Aún con la voz cortada, siguió adelante:

—La vida me ha preparado para afrontar el enorme desafío de asumir la conducción de esta señera institución—dijo.

Su exposición, sumada al respaldo del Presidente Gabriel Boric, terminó por convencer al Senado, que la ratificó en el cargo. Pero esa preparación de la vida a la que aludía no se gestó solo en los pasillos de la Contraloría, ni entre informes técnicos. Ocurrió mucho antes. Muy lejos de la solemnidad institucional.

Fue en la vida cotidiana —en las casas que vivió, en la feria, en los colegios públicos donde estudió— donde comenzó, sin saberlo, a formarse para el rol que hoy encarna. El mismo que esta semana sacudió al aparato estatal y a la opinión pública, tras revelarse que más de 25 mil funcionarios habían salido del país mientras estaban con licencia médica.


La Comisión de Constitución del Senado escucha la exposición de la postulante al cargo de Contralora General de la República Dorothy Pérez/ AGENCIA UNO

El origen de Dorothy

Mucho antes de que su nombre apareciera en oficios de la Contraloría, informes reservados y sesiones del Congreso, el nombre Dorothy ya estaba en su familia. Su madre, Nelly Dorothy Gutiérrez García, profesora normalista nacida en Angol hace 77 años, fue la primera en llevarlo. La elección fue inusual para una niña del sur de Chile en plena década del cuarenta, inspirada en una estrella de Hollywood: Dorothy Lamour, actriz y cantante norteamericana, célebre por sus trajes tropicales, sus cejas delgadas y por protagonizar, junto a Bing Crosby y Bob Hope, la saga de películas de comedia Road to…

Nelly Dorothy creció en Angol y allí conoció a su marido, Daniel Pérez Soto, un obrero de la construcción. Juntos decidieron emigrar a Santiago. Aún no tenían hijos, pero ya sabían cómo se llamarían: Daniel y Dorothy. Los mismos nombres, en otra generación y en un escenario completamente distinto. 

Dorothy Pérez Gutiérrez nació el 3 de marzo de 1976 en Santiago. Durante su infancia vio a su madre ejercer como profesora de educación básica y a su padre trabajar como maestro en casas particulares, haciendo arreglos, construcciones menores. Su madre quiso criar a sus hijos distinto a como la criaron a ella. A su hija no le enseñó a cocinar ni le asignó tareas domésticas. Tampoco la guió por caminos religiosos, ni le inculcó ideologías políticas. Su única misión, le decía, era estudiar.

Y la niña Dorothy lo entendió desde el principio. Tenía una sola responsabilidad, y la cumplió.

Como profesora, su madre le enseñó lo que sabía: a sumar y restar, a pronunciar las sílabas, a memorizar las batallas de la historia de Chile. Pero rápidamente sintió que su repertorio se agotaba, que ya no había mucho más que enseñarle sin que su hija pudiera aprender por sí sola. Entonces, decidió estimularla de otra manera.

“Le enseñé lo básico cuando era pequeña, las vocales, las consonantes, pero después me di cuenta de que le gustaba estudiar, así que la dejé sola. Lo que sí siempre hice fue comprarle libros. Íbamos a la feria a ver cachureos y ella me pedía enciclopedias, y yo se las compraba (…) A ella siempre le gustó leer, pero leía cosas importantes. Yo leía Corín Tellado, pero ella no. Ella no leía para entretenerse, leía para aprender”, cuenta Nelly, su madre.

Cuando Dorothy era preadolescente, la familia decidió mudarse a Las Cruces. La madre comenzó a dar clases en El Quisco, pero cuando su hija llegó a octavo, sintió que era hora de regresar a Santiago. Pensaba que, por mucho que Dorothy aprendiera en ese lugar, no sería suficiente.

“Renuncié a mi trabajo para que ellos pudieran tener un futuro mejor”, comenta su madre. 

Volvieron antes de que Dorothy ingresara a la enseñanza media. Se instalaron en una casa de una población en Conchalí, y la futura contralora entró al Liceo Miguel de Cervantes, en pleno centro de Santiago. “Llegamos y yo quería irme de Conchalí, había mucha delincuencia. Me propuse juntar plata para poder mudarnos”, recuerda Nelly.

Entonces, entendió que su sueldo de profesora no alcanzaba. Comenzó a comprar pinches de pelo al por mayor y venderlos en pequeños comercios. También vendía ropa usada y cachureos en la feria Zapadores de Recoleta. Dorothy solía acompañarla a trabajar como colera.

“Yo partí en la feria con ropa que tenía mi hijo guardada. A él le gustaba andar bien presentado, así que la cuidaba. Vendí los vestones y pantalones que le quedaban chicos. Pero vi que era poco, y ahí partí mi negocio con los pinches. Eso fue antes de que llegaran los mall chinos, así que se podía”, recuerda.

Una historia de clases

Acceder al origen académico de la contralora general de la República no es fácil. En el Liceo Miguel de Cervantes, donde cursó su enseñanza media, no queda rastro de su paso. No hay fotos, ni libros de curso, ni profesores que la recuerden. El inspector y la docente más antigua llegaron justo el año en que ella egresó, y aseguran que los registros de esa generación ya no existen. Presumen que se perdieron durante alguna de las tantas tomas que vivió el colegio, cuando desaparecieron varios libros de clases antiguos.

Tampoco sabían que una de sus exalumnas lidera hoy una de las instituciones más importantes del Estado. La misma que, la semana pasada, remeció al Gobierno, a las Fuerzas Armadas y a buena parte del aparato público al revelar que más de 25 mil funcionarios viajaron fuera del país mientras estaban con licencia médica.

Pero es precisamente ese olvido el que también habla de ella. “En los colegios privados donde estudiaron otras autoridades seguro quedan registros y hay anuarios”, dice un colaborador cercano de la contralora.

Aunque poco se conserve de su paso por el colegio, algunos recuerdan que en el Miguel de Cervantes, Dorothy —a quien llamaban Doro— fue presidenta de su curso. Sus compañeras, con quienes tenía clases en la mañana, la describen como matea, reservada, buena para los estudios y con carácter.

También destacan su arrojo. En una alianza escolar, donde se permitía la interacción con los hombres que estudiaban por la tarde, Dorothy fue la encargada de convocarlos. Fue así que decidió pedir ayuda al presidente del curso de varones de tercero medio. Fue en esa gestión que conoció a Fabián López, quien hoy es mayor en retiro de Carabineros y que se especializó en piloteo de helicópteros. López hoy es su marido y padre de sus hijos.

Mientras Dorothy estudiaba, su madre fue creciendo en la venta de pinches. La familia logró juntar un dinero y mudarse a una casa en Maipú. Su madre dice que la personalidad de su hija quedó reflejada en el primer día que llegaron al barrio. 

“Yo la dejé que saliera a la calle a conocer a la gente. Había unos jóvenes, ella estuvo como diez minutos y se devolvió, no le gustó que ellos estuvieran sentados en el suelo, ni tomando cerveza. Nosotros después invitamos a unos vecinos a la casa, pusimos un poco de música y ella salió media chascona a decir que estaba estudiando, nos retó bien retados y nos dijo que la fiesta no podía seguir”, recuerda su mamá. 

Dorothy Pérez en su juventud.

La abogada Dorothy Pérez

Tras egresar del colegio, Dorothy Pérez ingresó a estudiar Derecho en la Universidad de Chile. Como suele ocurrir en esa escuela, se rodeó de compañeros que más tarde ocuparían cargos de poder tanto en el sector público como privado. Entre ellos estaban la actual subsecretaria de Prevención del Delito, Carolina Leitao, y el exjefe de gabinete de Sebastián Piñera, Ignacio Rivadeneira.

“Solo puedo decir que era muy buena alumna”, comenta escuetamente Leitao.

El abogado Tomás Jordán —quien fue asesor de la Segpres durante el segundo gobierno de Michelle Bachelet— también fue compañero suyo. “Para mí, ella representa la meritocracia más clásica de este país: estudió en colegio público, en la universidad pública, y como muchos egresados de la Chile, se fue al servicio público. En su caso, a la Contraloría, donde hizo carrera funcionaria. Eso marca su manera de entender el servicio público como una responsabilidad republicana, como algo al servicio de la comunidad”, dice.

Gonzalo Polanco, abogado tributarista y profesor adjunto de la facultad, la recuerda con más soltura: “En los exámenes orales, a mí —por ser Polanco— me tocaba justo después que a ella, que era Pérez. Me daba miedo porque siempre dejaba la vara muy alta”, recuerda.

Otros excompañeros cuentan que jugaba vóleibol, y que sus apuntes eran los más codiciados de la carrera. Muchos pasaron ramos gracias a su cuaderno y a las jornadas de estudio que organizaba en su casa en Maipú. “Siempre fue una mujer quitada de bulla, muy estudiosa y muy trabajadora. Se pagaba sus cosas, era muy sobria. Todos nos peleábamos sus apuntes antes de los exámenes. Es una mujer absolutamente meritocrática. Muchos fuimos a su casa a estudiar. Y ella siempre estaba orgullosa de su origen, hablaba de Las Cruces con cariño”, dice uno de ellos.

Nelly, su madre, también recuerda esa etapa. “Conocí a varios compañeros. Había uno que tenía mucha plata, pero el cabro se sentía solo. Los papás estaban en París o no se dónde. Entonces ella lo ayudaba, lo aconsejaba como si fuera su mamá. A veces la llamaba llorando y Dorothy le daba ánimo.”, cuenta.

Durante esos años, incluso mientras cursaba Derecho, Dorothy volvió a vender en la feria. En más de una ocasión llevó a sus compañeros a ayudar. “Cuando ella estaba en la universidad, ya estábamos mejor, pero ella igual iba. A veces se organizaban como en paseo, los chiquillos la acompañaban y aprovechaban de hacer unas luquitas”, agrega.

En setiembre del 2003 Dorothy Pérez comenzó a trabajar en su memoria de título sobre la jurisprudencia de la Contraloría General junto a la profesora Lorena Donoso. A diferencia de varios de sus compañeros, no participó en un tema de investigación, sino que una memoria de prueba en el área informática; lo que se tradujo en un trabajo técnico de análisis de jurisprudencia administrativa.

En total revisó más de 350 documentos, 275 de ellos de la Contraloría General de la República. Casi la totalidad de la tesis de Dorothy Pérez se trata de textos duros y casi imposibles de entender si no se tienen nociones de derecho administrativo. De hecho, hasta el título del proyecto parece un trabalenguas: “Población de una base de datos jurisprudencial a base de jurisprudencia general de la Contraloría General de la República y sentencias de la Subsecretaría de Telecomunicaciones”.

Su profesora de memoria comenta que el trabajo de Dorothy Pérez se enmarcó en un proyecto en el que los estudiantes de la Universidad de Chile revisaron la jurisprudencias de distintas instituciones. “Se revisaron fallos de la Corte Suprema del tiempo que Tacna era chileno hasta el año 1999, además de otras instituciones como subsecretarías, el Tribunal Constitucional, la Dirección del Trabajo, la Contraloria y muchas más”, comenta Lorena Donoso. 

La abogada agrega sobre el trabajo de Pérez que: “Yo no recordaba que fui profesora guía de la contralora, pero lo que hicieron estos estudiantes fue ayudar a construir algo importante. Esto demuestra que Dorothy Pérez tiene interés en el tema tecnológico hace mucho rato porque lo que hicimos nosotros fue hacer una base de datos para comprender el razonamiento jurisprudencial de las instituciones de Chile.”. 

Dorothy obtuvo un 7,0 por su trabajo, el texto no tuvo dedicatorias a sus familiares, ni narrativas. Solo datos.

La niña que no leía a Corín Tellado, aún estaba ahí. 

28 de octubre de 2024/SANTIAGO La Comisión de Constitución del Senado escucha la exposición de la postulante al cargo de Contralora General de la República Dorothy Pérez, en el ex congreso nacional. FOTO: SEBASTIAN BELTRAN GAETE / AGENCIUNO

La larga historia de Dorothy Pérez en la Contraloría

Al terminar su tesis, Dorothy Pérez postuló a tres trabajos: uno en la Contraloría, otro en Endesa y un tercero en el Poder Judicial. Como no la contactaron en varios días, pensó que no sería seleccionada en ninguno, pero el mismo día la contactaron las tres instituciones. Optó por la Contraloría, la única que conocía de cerca gracias a su investigación de título.

Ahí comenzó el camino que más tarde relataría ante el Senado: ingresó como profesional técnica, pasó por las contralorías regionales de Punta Arenas y Valparaíso, y luego volvió a Santiago. Durante el segundo gobierno de Michelle Bachelet trabajó por única vez fuera de la Contraloría: fue jefa jurídica del Ministerio de Educación bajo el mando de Nicolás Eyzaguirre (PPD). Luego, en 2016, fue llamada por el contralor Jorge Bermúdez —con quien había trabajado de cerca— para asumir como jefa de gabinete y, poco después, como subcontralora general de la República.

Durante un tiempo, la relación entre ambos fue de confianza y colaboración. Pero en 2018, esa cercanía se quebró. Bermúdez fue informado de que Pérez había sido citada a declarar en la investigación por el fraude en Carabineros. Aunque no era su área directa, Dorothy había sido subjefa de la División de Auditoría, que tenía bajo su órbita a Carabineros, institución en la que además trabajaba su marido.

“Mi mirada de ella no es muy positiva”, comenta un extrabajador de la Contraloría que conoció de cerca la disputa entre Pérez y Bermúdez. El mismo exfuncionario agrega: “Lo de Carabineros no fue porque Dorothy Pérez fuese a declarar como testigo. Lo que pasa es que la información que le llegó al contralor anterior no era que iba a ser citada como testigo, sino que en otra calidad. Yo quiero aclarar que no se pensó que ella participó del fraude, ese no es el tema. Yo no creo que pasara eso, no teniéndole buena, no inventaría eso. Pero lo que se decía eran que como su marido era carabinero tenía un trato privilegiado con la institución”, indica. 

Quienes conocieron la interna coinciden en que la citación fue solo el detonante de una relación que venía tensionada. Bermúdez le pidió la renuncia por pérdida de confianza. Pérez respondió con un recurso de protección. Pérez, quien es activa en el chat de su generación de estudiantes recibió el apoyo y el ofecimiento de asesoría jurídica de varios de sus compañeros que son reconocidos litgantes.

En el recurso, sus abogados —Ciro Colombara y Aldo Díaz— argumentaron que la desvinculación respondía a diferencias de criterio más que a hechos objetivos. Señalaron que Bermúdez había comenzado a mostrar “actitudes de irritación y molestia” frente a “respetuosos consejos o recomendaciones de prudencia” que supuestamente Pérez entregaba sobre algunas publicaciones institucionales en redes sociales. Según el escrito, ella advirtió que ciertos contenidos podían dañar la imagen republicana de la institución.

Uno de los puntos más sensibles fue el uso institucional de “Contralorito”, la mascota institucional creada para explicar procesos complejos a través de redes sociales. Detrás del personaje estaba el publicista César Leiva.

“Yo no sentí que la relación entre ellos se rompiera por mi trabajo. Pienso que tuvo más que ver con el episodio de Carabineros”, dice Leiva. “Ahora, es cierto que en la Contraloría hubo diferencias por el tono en redes sociales, pero eso es algo que me ha tocado vivir en todas las instituciones donde he estado. Es normal cuando hay procesos de cambio”, añade.

Una de las publicaciones que más habría incomodado a Pérez fue la que incorporó al personaje de redes sociales “Fritanga”, conocido por su paso por realities y que en 2018 fue detenido por una deuda de pensión alimenticia. Para la subcontralora, ese tipo de referencias desdibujaban el rol institucional.

Pero las diferencias no se agotaban en lo simbólico. En el mismo recurso, los abogados de Pérez señalaron que ella se había negado a firmar seis sumarios administrativos que pretendían cerrarse mediante sobreseimiento por prescripción. Según la postura de Pérez, aquello era jurídicamente improcedente: según la actual contralora los casos debían investigarse a fondo antes de concluir que no había responsabilidad administrativa.

Ese fue, según conocedores del conflicto, el punto final. El gesto de no firmar selló la ruptura y derivó en la solicitud de renuncia que Bermúdez concretó. La justicia, meses después, le dio la razón a Pérez. Pero la relación con la institución —y con su cúpula— ya no volvería a ser la misma.

El propio Bermúdez dio una extensa entrevista en la Revista Sábado de El Mercurio donde reconoció la dimensión de su derrota en la Justicia: “Todos los días pienso en renunciar (…) Yo perdí ocho cero en los tribunales y eso para un contralor es muy fuerte, por eso lo pienso todos los días. Y también porque siento que no me merezco todo lo que está pasando, porque lo único que he hecho es hacer mi pega de la manera más leal posible”, indicó.

La madre de Pérez, recuerda exactamente el día en el que conocieron la resolución judicial que favoreció a su hija: “Yo ese día tenía que ir al doctor y ella me estaba acompañando. Ahí vimos en el celular que ella había ganado, nos abrazamos. Estábamos tan contentas, ella sufrió mucho. Tanto que sufrió en ese tiempo…”, recuerda.

La asunción de la primera contralora de Chile

El regreso de Dorothy Pérez a la Contraloría no fue tranquilo. Marcó el inicio de una guerra fría al interior del organismo. Relegada al séptimo piso del edificio institucional, su único rol fue el de jueza de cuentas, liderando un equipo pequeño y sin mayor incidencia.

Durante cinco años estuvo en el congelador. No participaba en reuniones con el contralor Jorge Bermúdez y, si llegaban a cruzarse en los pasillos, apenas se saludaban. Tampoco asistía a actividades recreativas o de camaradería organizadas por la institución. Solo apareció en una: la despedida de Bermúdez, cuando este dejó el cargo tras cumplir su periodo.

Esa misma semana, colgaron en el muro institucional el cuadro con el retrato de Bermúdez, junto al de todos los excontralores. En la galería quedó un espacio vacío, el que ocupará la fotografía de Dorothy Pérez cuando termine su mandato. Será la primera mujer en el muro.

Cercanos a Dorothy Pérez aseguran que, desde ese exilio interno, comenzó a imaginar la Contraloría que deseaba dirigir. En ese período, delineó una reorganización y empezó a visualizar los énfasis que marcarían su futuro liderazgo. Entre ellos, uno de los más disruptivos fue el desarrollo de los Consolidados de Información Circularizada (CIC): un sistema de cruce de datos entre distintos organismos del Estado para detectar irregularidades sin necesidad de auditorías, que por lo general pueden tardar hasta ocho meses.

El CIC más conocido hasta ahora es el que permitió descubrir más de 25,000 licencias médicas otorgadas a funcionarios públicos que viajaron fuera de Chile. Pero no fue el único. La institución ya ha publicado diez informes, y se espera que, en los próximos meses, nuevos documentos salgan a la luz, lo que podría sacudir a varias entidades.

Desde la Contraloría detallaron que los próximos CIC abordarán temas como la seguridad municipal, el uso del agua, viajes al extranjero de funcionarios con licencia médica en otras reparticiones públicas y en las Fuerzas Armadas, trabajadores con doble empleador estando con licencia, la deuda de universidades estatales, la ocupación ilegal de bienes públicos, hospitales sin médicos, y los rechazos de licencias, entre otros.

Los cambios que había proyectado durante su marginación comenzaron a materializarse tan pronto asumió como subrogante. En su primer día, la prensa la apodó “El Huracán Dorothy”: dictó dos resoluciones que reestructuraron completamente el funcionamiento de la institución, reduciendo sus unidades de nueve a tres, con el argumento de mejorar el control del gasto público.

Desde la llegada de Pérez a la Contraloría, han habido críticas a algunas de sus relaciones. Ciper reveló el año pasado un encuentro entre Dorothy Pérez y Leonarda Villalobos, la abogada que filtró la grabación de Luis Hermosilla que abrió el Caso Audio. El encuentro levantó las sospechas sobre una supuesta relación entre Pérez y Hermosilla.

En ese momento la Contraloría se refirió al tema: “En relación a su consulta acerca de si la señora Dorothy Pérez conoce y se ha reunido con el señor Luis Hermosilla y/o con doña Leonarda Villalobos, cabe señalar que no conoce, no ha conversado con él, ni ha asistido jamás a una reunión, cena o actividad de ningún tipo con el señor Hermosilla”, indicaron.

“En cuanto a la señora Leonarda Villalobos, en el año 2014 conoció al marido de ella, don Luis Angulo y le tocó relacionarse con él solo como colegas de trabajo en el Ministerio de Educación. Luego, en 2022 y principios de 2023, él la contactó para plantearle dudas legales que él tenía. En enero de 2023 la invitó a su casa a una conversación social, en la que participaron amigos de ellos que eran exautoridades y cientistas políticos”, añadieron. 

Fue la propia Villalobos quien en una entrevista en The Clinic publicada el pasado martes aclaró el encuentro. “Yo a Dorothy Pérez la conocí en el Ministerio de Educación. La debo haber visto dos veces en el ministerio y luego la volví a ver acá en mi casa. Ella se conoce hace muchos años con mi marido. Y como en toda casa, venían a comidas normales, habituales, donde no se trataba ni tocaba nada”.

Han pasado ya seis meses desde la asunción de Dorothy Pérez como contralora. Su madre, de 77 años, y su padre continúan trabajando. El padre sigue siendo maestro contratista, mientras que Nelly vende productos textiles como mochilas y pecheras a través de una página web y un perfil de Instagram.

Sobre su propio trabajo, Nelly comenta: “A mí nadie me puede decir que deje de trabajar. Me gusta trabajar. Todos los días me levanto a las 7, me cuido, y no dejaré de hacerlo. En nuestra casa, todos trabajamos, mi marido también… No porque mi hija tenga un buen trabajo voy a dejar de trabajar, ella tiene su propia familia, nosotros somos un núcleo diferente”.

En cuanto a la ética de su hija, Nelly relata una anécdota que, según ella, la define: “Los chilenos somos pillos, siempre buscando la trampa. Mi hija no salió así. Me río porque yo no soy tan estricta como ella. Me acuerdo una vez que me dieron un vuelto de más, una china a la que le vendí pinches, era harta plata. Llegué a la casa contenta, y mi marido llamó a la china y me acusó. Le dijo que me había dado más vuelto. Dorothy vio eso, y esas son las cosas con las que ella se formó en la casa”, concluye su madre.


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