El Presidente dice que el poder es un poco “como el dinero: tiene dos caras”. Una que esclaviza al querer más y más, y una que libera, porque es un medio para hacer cosas. Y asegura que es más satisfactorio no depender tanto de él.
El Presidente Sebastián Piñera se prepara para tomar un fin de semana largo algo más descansado. En las últimas siete semanas no ha parado ni un solo día. Heredó de su padre la capacidad de dormir poco, pero ningún día parece suficiente. Después de esta entrevista, cerrará la jornada con ¡siete! “minirreuniones”. De todos modos, su idea del descanso es más que discutible: dos pilas de carpetas -medio metro de alto- se irán con él a la playa. Qué diablos: ha sido elegido la persona con mayor influencia en Chile.
Presidente, lo vengo a entrevistar como el hombre más poderoso de Chile. Pero acabo de oírle que la palabra no le gusta…
No, la palabra poderoso me produce cierto rechazo.
Pero es así, ¿no?
Sé que es lo que dice la encuesta. Pero si yo soy poderoso, entonces mi mujer es mucho más.
¿Usted tiene una definición de ese poder? ¿Para qué sirve? ¿Es una satisfacción o una responsabilidad?
Creo que el poder es un poco como el dinero. Tiene dos caras. Si uno lo toma como un fin en sí mismo, se transforma en un elemento de esclavitud, porque lo único que quiere es acumular más y más, y cuando lo logra… lo mandan a llamar del otro mundo. En cambio, si uno lo toma como un medio para hacer cosas que uno cree que son buenas, es un elemento de libertad. Y es mucho más satisfactorio no depender tanto del poder. Porque el poder es por esencia pasajero. Nunca hay que acostumbrarse al poder, ni mucho menos envanecerse con él: cuando uno pasa por las avenidas del poder, hay que saber utilizarlo con sabiduría, con prudencia y con visión, y eso es lo que trato de hacer como Presidente de Chile.
Norberto Bobbio dice que la democracia consiste en que a uno le entregan el poder, pero no se lo puede llevar para la casa, tiene que devolverlo. Pero los presidentes de Chile se han quejado de que los tiempos son muy cortos. ¿Cuatro años es poco?
Hemos tenido ocho años, después cuatro, después seis, de nuevo cuatro. Hemos probado todos los períodos. Cuando uno es Presidente siempre cree que es poco, pero sospecho que muchos de los que están afuera piensan que es demasiado. Y recuerdo lo que decía Abraham Lincoln: si quieres conocer a un hombre, dale poder. Ahí lo vas a ver en su esencia, en su naturaleza. Hay algunos que con el poder se obnubilan, se encandilan, cambian, pierden la simpleza, la cercanía y se transforman en monstruos.
Entonces, esta segunda vez, los cuatro años ya no le parecen cortos ni nada.
No, a mí me parecen cortos. Lo que digo es que sospecho que a algunos de afuera les pueden parecer una eternidad y los comprendo.
Hobbes pensaba que el poder se encarna en un actor que nosotros elegimos para representarnos y representar un papel. Pero tengo la impresión de que usted prefiere ser más espontáneo. Que le gusta más… ser Sebastián Piñera.
Hay muchos que me critican por eso. ¿Cómo me voy a transformar en una persona que no soy? Me gustan las relaciones horizontales, directas, me gusta la confrontación de ideas, ejercer un liderazgo… Creo que el verdadero liderazgo debe ser más inspirador. El líder tiene que tener algo de visionario, los ojos puestos en el cielo, pero los pies en la tierra. El que a mí me gusta es el que trata de ser convocante, y que busca convencer, pero también está dispuesto a ser convencido, que puede partir en una reunión con una posición y cambiarla sin sentirse menoscabado.
En los años que yo lo conozco, Presidente -¿serán unos 30?-, no ha cambiado su estilo, pero ahora lo veo más controlado, más calculado. No ha dado ni siquiera espacio para las piñericosas…
Le voy a decir una cosa, profunda y sentidamente: para mí no existe la vida sin amor y sin humor. Creo que lo dijo Martin Luther King: si una persona no tiene una causa por la cual está dispuesto a morir, no está preparado para vivir. A todo esto, soy cuidadoso con las citas, porque me encanta San Pablo y lo he leído mucho, porque para mí es una figura apasionante….
Habrá leído El Reino, supongo.
Sí. Y lo citaba mucho, hasta que un día escuché a mi mujer que decía en un discurso: ‘Como dice mi marido y repite San Pablo…’. A partir de ese instante nunca más lo cité. Pero sí creo que un líder debe ser visionario, tratar de ir un paso más adelante, guiando, iluminando el camino. Tiene que subirse a los hombros de un gigante, como decía Newton, y ver qué hay más allá del horizonte, qué viene.
Y ya que hablamos de imaginación: si su poder alcanzara para suprimir algo, lo que menos le gusta de Chile, ¿qué sacaría?
Me molesta la falta de altura, de racionalidad, de buena voluntad en el debate político.
¿Le parece que ese rasgo domina la política o es algo accesorio?
Tenemos que preocuparnos, porque si nos descuidamos va a ser el dominante. Cuando uno ve que la gente no lee, no analiza y antes de saber nada emite opiniones tajantes. Son como los cowboys, que primero disparaban y después preguntaban. Eso empobrece el debate, la política. Tal vez estoy envejeciendo y me estoy poniendo nostálgico, pero creo que la calidad de la política cuando recuperamos la democracia, a comienzos de los 90, la democracia de los acuerdos, era mucho mejor que la que observo hoy. Y me gustaría poder contribuir a mejorar esa calidad de la política.
Probablemente usted tiene claro que en el Congreso existen hoy personas que, como dijo una vez Luis Corvalán, le negarían la sal y el agua.
Mire, yo creo que en la oposición -y sé que se molestan mucho cuando digo esto- hay dos grupos. Hay uno que, sin renunciar a su intención legítima de volver al poder, quiere colaborar a que al país le vaya bien. Y quiere apropiarse de la mayor cantidad de los méritos de esa buena marcha.
¿Eso le parece aceptable?
Me parece lo correcto, lo bueno, lo fecundo. Hay otros que hacen lo imposible para que a este gobierno le vaya mal y creen que ese es su camino de vuelta a La Moneda. Creo que los segundos están muy equivocados. Y ojalá que los primeros también estén equivocados, porque nosotros queremos seguir.
Ah, quieren seguir. A diferencia de su primer gobierno, en este parece que habrá que preocuparse por la sucesión, ¿no? Algunos de sus proyectos están previstos para más allá de los cuatro años.
Todo nuestro programa está elaborado a ocho años. En diciembre pasado no solamente tuvimos un triunfo electoral: recibimos un mandato para cumplir una misión. Que fue nuestro compromiso, nuestra promesa con los chilenos: transformar a Chile, en un período máximo de 12 años, en un país desarrollado, sin pobreza, con mayor igualdad de oportunidades, con mayor movilidad social, con mejor calidad de la democracia, con más seguridad. Esa fue la promesa que le hicimos al país
Ahí le quedan cortos los cuatro años.
Por lo mismo que uno nunca puede ligar un proyecto y una visión con una persona.
Entonces hay que preocuparse del sucesor.
Efectivamente.
¿Tiene favoritos?
Compare la situación de las elecciones del 2009, el 2013 y el 2017. En el 2009 tuvimos unidad, un proyecto en que creíamos, lo defendíamos con pasión y convicción, y sentíamos que teníamos algo que aportar. En el 2013 no había ninguna unidad: cuatro candidatos en los últimos cuatro meses, algunos se pelearon entre ellos, otros se enfermaron, y al final nadie creía ni en el proyecto ni en las posibilidades de triunfo. En el 2017 nuevamente hubo unidad, un gran proyecto, mística, compromiso y entusiasmo. Por eso es muy importante aprender de la historia y no repetir la historia del 2013.
Este es el punto. Quizás usted no se siente responsable por lo que pasó en el 2013, pero en el 2021 sí va a ser responsable de la sucesión. Tiene que haber logrado que alguien se ponga en la punta.
Yo les digo a los ministros que ganamos en 2009 y 2017 porque tuvimos dos cosas: unidad y un candidato extraordinario. Y ellos siempre se ríen, igual que usted ahora, y yo me siento ofendido….
Por eso le pregunto si tiene un favorito.
No, no lo tengo. No es el momento de desatar carreras presidenciales. Voy a hacer lo posible porque esta carrera no se anticipe ni se precipite. Lo mejor que podemos hacer es un buen gobierno para favorecer al que sea que le toque enarbolar esa bandera. Pero va a llegar el momento.
¿Qué condiciones debería tener? Liderazgo, ya lo dijimos. Seguramente alguien que no venga a contradecir lo que usted ha hecho: lealtad con el anterior.
Todas las características propias de un líder: liderazgo, carisma, empatía, cercanía, que motive y que convoque. Y también un gran proyecto.
¿Hay una situación distinta que en el 2013?
Ese año se dio una serie de condiciones. Nuestro sector nunca entendió la magnitud del desafío y se empezó a perder en peleas intestinas, descalificaciones, y mire lo que pasó. Pero además teníamos al frente a una candidata formidable, porque la Michelle Bachelet del 2013 era, a mi juicio, muy difícil de vencer. Espero que en el 2021 tengamos unidad, una visión de futuro y no vemos a ese o esa candidata mesiánica en la oposición. Así que las condiciones están dadas para poder dejar nuestras huellas profundas en el futuro de nuestro país.
Hablemos del continente, parece que se ha movido un poquito a la derecha…
¿Un poquito?
¿Qué le parece a usted?
¿Quién nos va quedando que no sea de derecha hoy día en el continente? Venezuela y Bolivia.
Y Uruguay, pero ¿qué interpretación tiene usted de eso? ¿Qué pasó?
Bueno, mire: creo que el socialismo del siglo XX fue un desastre y el socialismo del siglo XXI, el de Chávez, Cristina Fernández, Correa, Castro, también ha sido un desastre, ha sido malo para la gente, y cuando la gente tiene la oportunidad lo rechaza y elige una opción de más libertad, como es lo que ha pasado en Colombia, Argentina, Brasil. Excepto cuando no puede, que es el caso de Cuba y Venezuela, que se aferran al poder.
Supongo que esta interpretación abarca la situación de Brasil, aun cuando Bolsonaro podría representar una democracia iliberal…
Leí lo de la democracia liberal y la democracia iliberal. Por supuesto que no comparto muchos de sus dichos del pasado respecto de las preferencias sexuales, el trato a la mujer, las dictaduras, los temas étnicos, y tampoco comparto sus posiciones de abandonar el Acuerdo de París. Pero por algo la inmensa mayoría de los brasileños votó por él: porque al otro lado había un gobierno que durante mucho tiempo había permitido, tolerado, incluso alimentado la corrupción, el estancamiento, la mediocridad, y la violencia y la falta de seguridad. Yo dije en alguna oportunidad que me parece que el programa preparado por el equipo liderado por Pablo Guedes, que habla de abrir la economía, integrarla al mundo, reducir el déficit fiscal, ampliar los ámbitos de libertad, privatizar algunas empresas, es lo que Brasil necesita. No quiero juzgar a Bolsonaro por lo que dijo o no dijo hace años. Como le dije antes: si quiere conocer a un hombre, déle poder. Vamos a conocer al verdadero Bolsonaro a partir del 1 de enero, cuando sea Presidente de Brasil.
La excepción en el hemisferio ha sido México. ¿Qué señales ha recibido usted de allá?
He conversado mucho con Peña Nieto y algo con AMLO, y creo que AMLO cambió. El que vemos hoy no tiene nada que ver con el de las primeras candidaturas. Y el Andrés Manuel López Obrador que hemos visto como presidente electo es muy distinto al que vimos como candidato. Recuerdo haberles dicho a varios, creo que una vez a Alan García: la política es como el violín, se toma con la izquierda, pero se toca con la derecha. Y Alan García dijo: toda la razón del mundo.
Le pregunté por México, porque es una de las piezas claves de la Alianza del Pacífico.
AMLO ha confirmado que va a permanecer e impulsar la Alianza del Pacífico y que se va a marginar o enfriar su relación con el Grupo de Lima, porque va a concentrar su preocupación de derechos humanos en los derechos humanos de los mexicanos.
¿Usted cree que la Alianza del Pacífico se va a repotenciar?
América Latina es el continente que ha tenido más iniciativas de integración en el mundo, y es el continente con los resultados más pobres en integración y comercio. La experiencia más exitosa ha sido la Alianza del Pacífico, que nació en las alturas del Observatorio Alma y que en muy poco tiempo pasó de los discursos a la acción. Además, nos estamos proyectando juntos hacia el mundo del Asia-Pacífico. Pero uno de los peores peligros del futuro son los éxitos del pasado. Por eso, en la última cumbre de la Alianza de Pacífico en México a mí me tocó plantear los desafíos de aquí para adelante.
Entonces hay un impulso nuevo…
Lo hay. Incluso, establecimos una hoja de ruta para acercarnos con el Mercosur.
¿Y Argentina? Macri lo está pasando mal de nuevo.
Lo está pasando mal porque heredó una situación caótica. Y en lugar de denunciarla y enfrentarla con tratamiento intensivo, prefirió una política de gradualismo. Recuerdo que le dije: “Mira, Mauricio, es muy fácil: esta estrategia va a fracasar o resultar dependiendo de qué llega primero, los buenos resultados económicos o la pérdida de la confianza. Si llegan los buenos resultados, el gradualismo va a ser aplaudido. Si se pierde la confianza, el gradualismo va a ser repudiado”. Y da la impresión de que les llegó un shock de pérdida de confianza que está tratando de superar.
¿Cómo ve a Chile al final de su gobierno, digamos en marzo del 2022?
Espero que logremos dar un gran salto en materias fundamentales para ese proyecto de un Chile desarrollado y sin pobreza. Por ejemplo, recuperar nuestra capacidad de crecer, no solo el crecimiento de cada año, sino el crecimiento potencial, que bajó a la tercera parte durante el gobierno anterior. Sin crecimiento, dijo el Presidente Lagos dijo, todo lo demás es música. Yo le tengo demasiado cariño a la música para estar de acuerdo con el Presidente Lagos, pero todo lo demás se hace imposible.
¿Y cómo se ve a sí mismo el 11 de marzo 2022?
El 11 de marzo de 2022 voy a estar despidiéndome de todos nuestros colaboradores aquí en el Patio de los Naranjos y enfilando hacia el Congreso, y espero que sea mucho más tranquilo y menos terremoteado que el 11 de marzo de 2010.
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