Una producción de Netflix muestra cómo se destapó el caso de corrupción
más grande en la historia de Brasil, que desembocó en el escándalo de
Odebrecht. SEMANA habló con José Padilha, su director.
Al comienzo de cada capítulo de El mecanismo, una de las series más recientes de Netflix,
aparece un mensaje sobre una pantalla negra: “Este programa es una obra
de ficción inspirada libremente en eventos reales. Personajes,
situaciones y otros elementos fueron adaptados para efecto dramático”.
Pero como suele suceder en ese tipo de adaptaciones, la advertencia no
ha servido de mucho; la serie que cuenta cómo se descubrió el caso Lava
Jato en Brasil ha desatado una aguda polémica.
Y no es para menos,
pues se trata del escándalo de corrupción más grave en la historia de
ese país, que sacó de su cargo a la presidenta Dilma Rousseff, que hoy
tiene a Lula da Silva con un pie en la cárcel y que se extendió al resto
de América Latina (incluida Colombia) a través del caso Odebrecht.
En
la misma semana en la que el tribunal supremo de Brasil negó el recurso
de habeas corpus con el que Lula quería evitar que lo pusieran preso,
el expresidente ya había salido a criticar abiertamente la serie y a
amenazar con acciones legales: “Aviso que nosotros vamos a denunciar a
los responsables aquí o en cualquier lugar porque han producido una
pieza que es una mentira más”. No fue el único. Dilma Rousseff acusó a
la serie en su cuenta de Facebook de “distorsionar la realidad y
propagar mentiras de toda suerte” y lanzó una amenaza: “El consejo de
Netflix no sabe en qué se metió”. Como ellos, miles de brasileños se han
expresado a favor o en contra, los periódicos han publicado análisis y
los críticos han tomado partido. Nadie se ha quedado indiferente.
La
serie, producida y dirigida por el brasileño Jose Padilha (el mismo de
Narcos y Tropa de elite), es una apuesta arriesgada que aparece en un
momento político complicado, cuando Brasil está ad portas de unas
elecciones presidenciales, que tienen a Lula de favorito, y cuando los
juicios por el caso no han terminado. Según sus creadores, este drama de
ficción se basa en el libro Lava Jato: el juez Sérgio Moro y los
bastidores de la operación que sacudió a Brasil, una investigación del
periodista Vladimir Netto. Y aunque la trama principal se enfoca en la
historia de los policías que descubrieron el sistema de sobornos de las
empresas constructoras a los políticos para favorecerlas con contratos
en Petrobras, las figuras de los personajes más reconocidos, que aún
influyen en la política brasileña, aparecen constantemente. Tienen
nombres ficticios, pero eso no evita que cualquiera haga la relación:
Marcelo Odebrecht, Lula da Silva, Dilma Rousseff o Michel Temer.
Sin
embargo, para sus creadores la serie no pretende influir en la
situación política de Brasil. “Esta no es una serie paralela a lo que
está pasando en este momento, no se enfoca en lo de hoy, no es un
noticiero –explicó Padilha en entrevista con SEMANA–. Comienza diez años
atrás, así que las cosas que muestra ya sucedieron y ya sabemos,
gracias a las investigaciones, cómo fueron los hechos”. En sus ocho
primeros capítulos, de hecho, la serie cuenta cómo el policía Marco
Ruffo (basado en el agente Gerson Machado) y Verena Cardoni (su
compañera, en la vida real la agente Erika Marena) persiguen a Alberto
Youseff, un cambista inspirado en Roberto Ibrahim, por quien se destapó
el escándalo. “El policía protagonista –cuenta Padilha– es un personaje
real que comenzó a investigar hace diez años, que alcanzó a atrapar a
Ibrahim, pero quien por la legislación de la época no pudo avanzar en su
pesquisa. Su obsesión, en parte, sacó adelante este caso, pues motivó a
su compañera a seguir adelante con la investigación”.
Para
los críticos, la serie se inclina contra Lula y Dilma. El columnista
Paulo Roberto Pires dijo en la revista Época que es una ficción ingenua y
engañosa, que simplifica los problemas políticos, históricos y sociales
de Brasil. Muchos otros, además, han denunciado que los guiones asumen
algunas licencias que deforman la realidad. En la serie, por ejemplo,
hacen ver como si Roberto Ibrahim (el cambista que lavaba el dinero de
los sobornos) hubiera hecho parte de la campaña presidencial de Dilma,
pero no fue así. O ponen en boca de Lula una frase que en realidad dijo
un senador opositor. Padilha dice que esas críticas no tienen sentido:
“Mi posición en Brasil es bien conocida. Yo no creo en ninguna ideología
y, por eso, puedo ver que la corrupción no es algo que ocurra de vez en
cuando, sino que es la lógica en el sistema político. Tanto con la
derecha como con la izquierda”.
Quienes apoyan la serie, por su
parte, dicen que esas licencias dramáticas no le quitan una de sus
mayores cualidades: mostrar cómo la corrupción se enquistó en la
política brasileña y cómo un grupo de personas (tanto policías como
jueces) decidieron enfrentarla. “La corrupción lo afecta todo: la
seguridad en las ciudades, la educación, la salud”, cuenta Padilha.
El
tema también toca al resto de América Latina, pues cuando el caso Lava
Jato evolucionó, quedó demostrado que en casi todos los países había
sobornos. En ese sentido, uno de los personajes más interesantes es el
de Marcelo Odebrecht (en la serie Ricardo Brecht), el gerente de la
constructora (Miller & Brecht en la ficción) que tiene en apuros a
presidentes y senadores del continente. De hecho, en una de las escenas
más comentadas, está cuadrando en una reunión los sobornos para las
elecciones en Brasil. Cuando le preguntan por qué les entrega plata a
ambos bandos si ya es claro el favorito, responde: “Nunca se sabe con
las próximas elecciones, siempre damos para ambos lados. Es política de
la familia”.
En todo caso, la serie arrancó con pie derecho. Las
críticas de Lula y de Dilma no han hecho más que popularizarla y su
coincidencia con la muy segura llegada del expresidente a la cárcel (que
al cierre de esta edición, era inminente) la puso en el primer plano de
muchos espectadores en el mundo entero. Y como la situación política de
Brasil, seguirá dando mucho de qué hablar.
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